LIBERACIÓN EN EL PERDÓN
Liberar a otros entraña liberarse uno mismo, porque el resentimiento es, en verdad, una forma de apego. Es una verdad cósmica que se requiere dos personas para hacer un prisionero: el apresador y el apresado. No existe eso de ser un prisionero por cuenta propia. Es más, el carcelero está tan preso como el reo a su cargo. Cuando se mantiene un resentimiento contra alguien, se está vinculando a dicha persona por una cadena mental. Se está unido por un vínculo cósmico a lo que más se odia. Justamente esa persona que, quizás en el mundo entero, es la que más te disgusta es con quien te estás conectando por medio de un gancho que es más fuerte que el acero. ¿Es eso lo que deseas? ¿Es ésa la condición en que deseas seguir viviendo? Recuerda, perteneces a aquello con lo que te vinculas en pensamiento; y en algún momento u otro, si dicho eslabón perdura, el objeto de tu resentimiento regresará a tu vida, quizás para causar más estragos. Nadie puede darse el lujo de esto, por lo que tienes que cortar de plano todos los nexos de esta índole mediante un acto claro de perdón. Tienes que aquietarte y dejarle ir. Mediante el perdón te liberas a ti mismo y salvas tu propia alma. Y en vista de que la Ley del Amor trabaja de igual manera para todos, ayudas a salvarle el alma al otro también.
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