Gracias por estar alli y que Dios los Bendiga. LO SIENTO POR FAVOR PERDONAME GRACIAS TE AMO
domingo, 21 de febrero de 2010
EL DINERO -CONNY MENDEZ
El Maestro Filmore, fundador de Unity, dice: “No es un crimen ser rico, y no hay virtud alguna en ser pobre, como nos han hecho creer los reformadores. El mal consiste en acaudalar dinero, impidiendo que circule libremente para que llegue hasta el que lo necesite. Aquellos que ponen a trabajar sus riquezas en forma que contribuyan al bienestar de las masas, son la salvación de un país. Si todos tuvieran lo que llamamos “la conciencia de pobreza”, la miseria sería general como lo es en la India y en la China. Allí, los millones de habitantes están atados perennemente al pensamiento de su pobreza, sufren escasez en todas sus formas, desde la cuna hasta la tumba. El peso del pensamiento pobre recae en las tierras, y ellas, año tras año retienen sus productos de manera que miles mueren de hambre”.
La conciencia de la Prosperidad hay que formarla. Primero hay que ir negando todas las viejas y falsas ideas de carestía, de restricción, de dependencia en los canales fijos. La idea de que algo es muy caro proviene del estado de nuestra bolsa. Hacemos la comparación del costo con la cantidad que poseemos y decidimos instantáneamente si podemos adquirir o no. Si nuestro haber es poco, el objeto nos parece caro. Si nuestro haber es grande, no le damos ninguna importancia al costo y lo adquirimos. El objeto no es que sea caro sino que la conciencia es pobre.
Tú estarás pensando que sin embargo, sí hay cosas por las cuales los comerciantes piden demasiado. Pero yo te repito que si tuvieras muchos millones para botar, no se te ocurriría siquiera pensar si el comerciante está pidiendo demasiado o no. Luego no es la carestía sino el estado de tu bolsa, y ésta depende del estado de tu conciencia.
Desde pequeño, tal vez oíste en tu casa el tema del dinero, del costo y de lo que se podía o no se podía adquirir. Cuán pocos pueden hacer alarde de que cuando pequeños pidieron que se les comprara algo y que sus padres no contestaron “Hoy no se puede porque no hay plata”. Ese “no hay plata” asumió inmediatamente el carácter del monstruo que todo lo niega, que todo lo interrumpe, que todo lo malogra; ese ogro que se recrea en vernos privados y suspirando, hasta que terminamos doblando la cabeza resignados a la fatalidad. Cuán pocos pueden decir que sus padres contestaban “vamos a pensar que Papá Dios nos lo quiere dar y que no está sino esperando el momento para darnos la sorpresa”.
Y éste es el pensamiento que deseo se aprendan hoy de memoria y lo repitan mentalmente, o a viva voz, cada vez que tengan un deseo o una necesidad, y que se encuentren comparando lo que tienen en la cartera, con el costo de lo que están deseando. “VAMOS A PENSAR QUE DIOS NOS LO QUIERE DAR Y QUE SÓLO ESTÁ ESPERANDO EL MOMENTO PARA DARNOS LA SORPRESA”, para irles formando la conciencia de prosperidad.
Ya ustedes saben que la Verdad es que en el espíritu todo está ya dado, concedido y esperando que lo reclamemos; y por eso enseñamos a dar las gracias antes de que aparezca. Pero esta idea se empeña en eludir. El subconsciente no tiene discernimiento. Para él, tu palabra es ley. Lo que te oye decir, lo que ve en tu pensamiento, el cuadro que te imaginas, son órdenes que él se esmera en cumplir con la más pronta exactitud. Lo único que lo sacude es la voz del Yo Superior. Las altas vibraciones de la Verdad desmoronan lo petrificado (cristalizado decimos) en el subconsciente, y que le costarían años de psicoanálisis para llegar a descubrirlas. Y aún así el psicoanalista te dirá que si no se sustituye con algo el clavo que acaba de sacar, se vuelve a recaer en el mismo mal. Por esto es que la Metafísica primero niega el mal, luego afirma la Verdad para ir sustituyendo lo que se va borrando, por lo más alto y potente: La Verdad, que no habrá que borrarla jamás.
La afirmación simple, infantil, que te di para que la aprendieras de memoria, encierra una intención triple. La primera, que te vayas formando la idea de que todo proviene de Dios, o sea de la sustancia divina, y se te vayan quitando esas ideas de los canales fijos. Tus canales fijos son, o bien el salario que recibes, o bien la organización donde trabajas; y si no tienes necesidad de trabajar, tus canales fijos son: o bien el negocio de tu padre o de tu cónyuge; o las fincas que te producen tu renta, en fin, lo que sea que te provee con la suma de dinero con que haces tus gastos. Y toda la raza está acostumbrada a pensar que si estos llegaran a fallar, ocasionaría la ruina. Pocos se dan cuenta de que los canales de la prosperidad y de la abundancia son infinitos porque son de Dios, y son Dios. Ignoran lo que ya tú sabes, que toda necesidad viene ya equipada con el material que requiere para llenarla, o sea que (como se dice en metafísica) la oferta y la demanda son una. En la Tierra son dos cosas opuestas. En la Verdad son una sola y misma cosa.
La segunda intención que lleva la afirmación que te di es, que te vayas acostumbrando a que la voluntad de Dios es magnánima: que Dios ansía que tengas precisamente ESO que estás necesitando o deseando, porque el deseo y la necesidad de algo se producen en el momento que se está preparando para gozarlo o aprovecharlo. Ni un minuto antes, ni un minuto después. Y si hace años que está anhelando, o sintiendo la falta de algo, ese “algo” tiene los mismos años tocando a tu puerta, para que acabes de recibirlo, y es tu subconsciente el que lo está rechazando y haciéndolo esperar, por cumplir la orden que le diste, al aceptar tú la idea de que te sería imposible realizar tu deseo; o bien porque lo consideraste demasiado costoso, prohibitivo o demasiado difícil. La Biblia explica esto en la forma siguiente y que se los he repetido muchas veces: “Toda tierra donde pongas la planta de tu pie te la he dado por heredad”. Los pies son símbolos de la comprensión, y “tierra” es símbolo de Manifestación. O sea, pues que la traducción de la frase maravillosa es: “Toda manifestación que tú puedes CONCEBIR te la he dado ya”. La heredad es lo que nadie nos puede arrebatar. Es nuestra por derecho.
La tercera intención que lleva la afirmación que te di está en la frase: “...y sólo está esperando el momento para darnos la sorpresa”. A menudo los estudiantes ven que no obtienen una demostración tan aprisa como ellos lo esperaban, vienen a quejarse conmigo. Casi me culpan de incumplida, como si yo les he prometido algo que no les he dado! Esta es una actitud infantil. Es un resabio de mala crianza que les ha quedado de cuando eran niños en la casa de sus padres, y prueba que fueron niños mimados a quienes no se les negó jamás su menor capricho. La demostración siempre está hecha y preparada para aparecer. Sólo está esperando el momento oportuno. Hay infinidad de motivos que obstruyen la salida o que destruyen el momento oportuno, y la manifestación tiene que esperar que haya otro momento oportuno. Uno de los motivos más comunes y corrientes es la inconsistencia, o falta de firmeza una vez que se ha pensado, invocado, reclamado y hecho el tratamiento.
O bien el estudiante siente dudas; o bien cede a la tentación de salir a conversarlo; o bien expresa con sus palabras conceptos que niegan la Verdad que declara en el tratamiento. Todo esto es muy natural. No hay que impacientarse ni con uno mismo ni con la tardanza de la demostración. No somos perfectos y estamos aprendiendo a serlo.
El subconsciente no tiene la culpa de estar pesado y achatado en viejas ideas y costumbres.
Otro defecto muy común es el de pensar que hay que estar repitiendo el tratamiento para que se haga. Esto equivale a estar continuamente abriendo el horno para darle una vuelta con la cuchara a una torta que es está horneando. Un tratamiento se hace una sola vez, lo más excelentemente que se pueda. Se ve la Verdad y se declara. Se dan las gracias, y se le deja a Dios la realización. Cuando venga a la mente el pensamiento de aquello que estamos necesitando y que no acaba de realizarse se hace lo que llamaba Emmet Fox “hacerle un tratamiento al tratamiento”, o sea que se dice:
“YO YA HICE EL TRATAMIENTO Y NO TENGO POR QUÉ ANGUSTIARME NI PREOCUPARME, GRACIAS, PADRE”. Puedes dar gracias infinitas tanto como quieras. Eso sí reafirma la demostración, y es regocijo. “Regocijáos y dad gracias a Dios en todo”.
Cuando tú das a alguien un regalo como sorpresa, o cuando te hacen una sorpresa a tí, ES una SOPRESA. Aún cuando has estado deseando algo y que alguien te lo regale, te sorprende y te hace feliz. La frase del tratamiento te pone a esperar la sorpresa que te va a mandar Dios, en el momento en que menos lo esperas, y esta expectativa entusiasta es la fe que mueve montañas. No lo confundas con la esperanza. La Esperanza es una hermana pobre de la fe, dice Emmet Fox. La esperanza es angustia mezclada con dudas, la fe es expectativa gozosa. Dos cosas muy diferentes. Qué diferente es decir, “tengo esperanza...”, y “tengo fe...”.
Me han llegado noticias de que por lo menos dos de mis estudiantes están careciendo de dinero. Se puede ser muy adelantado espiritualmente y no tener la conciencia de la prosperidad. Así como se puede tener una gran conciencia de prosperidad y no ser nada espiritual. Es que ha desarrollado un aspecto de la vida, y no se ha tocado el otro. Cuando se está manifestando falta de abundancia hay que ponerse a trabajar en ese aspecto. Hay que meditar mucho sobre la abundancia. Como le dije a una de mis discípular en estos días, allí donde el hombre no roza con su pensamiento de escasez se manifiesta la abundancia en términos de derroche. En las selvas. En el monte ordinario. Si no vivimos cortando la grama en el jardín, se amontona hasta tapar la casa, y es porque nos la pasamos pensando precisamente en que hay que vivir atajándola. En las selvas no hay quien piense “aquí no crece nada”. No hay quien eche veneno para matarla. No hay quien piense “Qué verano tan bravo! Las matas se van a secar todas! ¿Y no irá a llover?
El Maestro Fillmore continúa diciendo: “El Pensamiento angustiado tiene que ser eliminado, y hay que adoptar el abandono perfecto de la naturaleza, y cuando a esta actitud se añada la realización de que se poseen recursos ilimitados, se habrá cumplido con la ley divina de la prosperidad”.
Para lograr esta actitud de abandono de toda preocupación hay que meditar sobre la abundancia divina, manifestada. Hay que examinarse para ver dónde se está poniendo freno inconscientemente a la prosperidad y la abundancia. Hay que afirmar, contra toda la evidencia, que somos hijos, herederos de todo lo que posee el Padre, y que no solamente Él ansía vernos manifestar riquezas y satisfacciones, sino que TODA LA HUMANIDAD NOS DESEA LO MISMO. Que NADIE quiere privarnos, ni hostilizarnos, porque toda la humanidad contiene a Dios, y Dios no se divide en dos para desarmonizar con Él mismo.
Hay una manera de producir lo que remedia una necesidad inmediata. No sirve para producir abundancia constante, pero que sí produce lo que tape el hueco del momento. Es hacerse un cuadro mental, hecho de pura imaginación, y verse llenando la cartera, depositándolo en el Banco, repartiendo y sintiendo la satisfacción de poder dar y hacer feliz a otros. Pero hay que hacer hasta por sentir con los dedos el grano del papel, el crujir de los billetes, el peso de las monedas, etc. Hay que repetir esto mucho para que el subconsciente se impresione y lo reproduzca. No hay que preguntarse “¿Y por dónde me puede llegar?”. El canal se le deja a Dios. Esto último es tal vez lo que queda de valioso cuando se ha terminado de gastar el dinero que va a llegar, o sea la constatación de que los canales de Dios son infinitos e inesperados. No se olviden de insistir en que venga bajo la Gracia y de manera perfecta.
LA MAGIA DEL DIEZMO
La práctica del Diezmo se ha hecho una costumbre de toda su vida en muchos de los discípulos de la Verdad. Tanto así que ya piensan en el monto de su dinero como si fuera sólo el noventa por ciento de lo que realmente disponen, ya que automáticamente ponen a un lado el diez por ciento que consideran como perteneciente a Dios, sin que jamás ni sueñen en romper la costumbre. Esto lo hacen inteligentemente, es decir, como Principio, porque han apercibido que es lo correcto. El resultado de este proceder es que estas personas están inmancablemente libres de toda dificultad monetaria. Aunque puedan tener otros problemas, jamás sufren de privaciones ni de fallas en su prosperidad material. Ellas cumplen con la Ley, de manera que inevitablemente manifiestan el resultado.
Este hecho se está haciendo ampliamente conocido hoy en día, pero lo que no es muy bien comprendido es el Principio Espiritual que lo rige. Se me hacen toda especie de preguntas respecto a la forma de diezmar, en cuáles circunstancias es pertinente no diezmar, cuáles sumas se deben diezmar, en qué forma debe ser dividido el diezmo, y que si la práctica del diezmo es una receta infalible para enriquecerse, etc.
La Verdad del Diezmo es que aquellos que ponen aparte el diez por ciento de su entrada neta para el servicio de Dios, y no con el objeto principal de lucrar sino simplemente porque sienten que así debe ser, encuentran que su prosperidad aumenta por saltos y brincos, hasta que todo temor de pobreza desaparece; en tanto que aquellos que diezman porque en su fuero interno lo consideran una buena inversión, esperando que se les devuelva mucho más de lo que dan, son siempre decepcionados, y desde su propio punto de vista están malgastando su dinero.
Dice Malaquías en su versículo 10, capítulo 3: “Traedme todos los diezmos a mi granero y que haya alimento en mi casa, dijo el Señor de los Ejércitos, y verás si no te abro las ventanas del Cielo y te derramo tal bendición que no habrá sitio en que recibirla”.
El diezmo ha sido recomendado en muchas partes de la Biblia, y en todas las edades, donde haya habido creyentes en Dios que hayan hecho de esta práctica la piedra angular de sus casas, este edificio construido sobre esa piedra angular los han asegurado de toda necesidad material, cosa TAN ESENCIAL PARA EL DESARROLLO DE ALMA.
Es cosa muy conocida que muchos de los más prósperos hombres de negocios de hoy, grandes industriales, atribuyen su éxito al haber formado este hábito en su juventud y haberlo mantenido. Miles de estudiantes de la Verdad han escapado de lo que parecía ser una pobreza sin esperanzas, y entrado en la seguridad y el confort por la práctica del diezmo.
El Principio, o Ley del Diezmo, una vez reconocido y aceptado, hace surgir la pregunta: ¿Y qué se debe hacer con el diezmo? En la Ciencia Divina, el Diezmo no se refiere a la caridad general, ni a las donaciones materiales. Se dedica a la divulgación del Conocimiento de la Verdad en alguna u otra forma, generalmente en la mantención de aquellas instituciones o actividades que se ocupan de esto. Cualquiera que comprende la Idea Espiritual sabe muy bien que lo único que salvaría al mundo es conocer la Verdad para quedar libres de toda dificultad; que hasta que el hombre no llegue a conocer la Verdad metafísica nada lo beneficiará realmente; que hasta que este conocimiento se haga general no importa cuánta instrucción seglar ni cuántos descubrimientos científicos, ni proyectos de reformas sociales, ni reconstrucciones políticas lograrán algún bien efectivo; y que una vez que este conocimiento se haga general, todos los problemas políticos y sociales se ajustarán automáticamente, y se harán innecesarias todas las formas de caridad y sistemas de beneficencia. Nosotros que conocemos la Verdad del Ser somos fiducidarios de la humanidad. Aquellos que desconocen esta Verdad continuarán dando su dinero para promover obras benéficas, pero nosotros sabemos que nuestro primer deber es la divulgación de la Verdad.
“Conoced la Verdad y ELLA os hará libres”, dijo Jesús.
El determinar la cantidad del diezmo es muy sencillo. No es, como suponen algunos estudiantes, la décima parte de aquello que puedan ellos economizar cada mes. Significa la décima parte de toda la cantidad. Por supuesto, un mercader o comerciante deducirá los gastos de su negocio antes de contar su ganancia NETA, pero es sobre la ganancia neta, antes de deducir ningún gasto personal o de vida, que se debe hacer el diezmo. Las personas que viven de un salario reciben su ganancia neta directamente de esta forma, pero deberán añadirle toda otra entrada, dividendos, inversiones, etc.
Es por supuesto inútil recalcar que no hay la más mínima obligación de diezmar en absoluto, hasta que no le venga a cada uno el estado de conciencia que le haga ver que es preferible hacerlo. Es decir, que es mejor no intentar el diezmo hasta que se esté preparado mentalmente para hacerlo. El dar por una supuesta obligación o un sentido del deber, es dar con temor, y jamás ningún temor trajo prosperidad.
El pago de un diezmo es un gran acto de fe. A menudo sucede que un estudiante de Ciencia Divina siente un deseo profundo de poner toda su fe en Dios, y de poseer una fe verdaderamente científica. Desear esto es tenerlo automáticamente; sin embargo no siempre se puede lograr la convicción absoluta de esto último, y por el hecho de no poder sentir esta sensación él se cree falto de fe cuando en realidad no lo está, pero si él practica el diezmo por convicción de que es lo correcto, esto será la prueba de su fe, no obstante lo que le digan sus sentimientos por el momento.
Algunos creen que porque están en aprietos no les es posible diezmar por los momentos, pero que lo harán en cuanto sus circunstancias lo permitan. Esto es perder todo el significado porque mientras mayor sea la presente dificultad, mayor la necesidad de diezmar, ya que sabemos que la dificultad presente es debida a una actitud mental (probablemente subconsciente) y por supuesto que las circunstancias no podrán cambiar hasta que haya un cambio en la actitud mental. El diezmar, en verdad espiritual, será una prueba de que la actitud está cambiando, y será seguido por la demostración deseada.
El secreto de demostrar prosperidad por el diezmo es el de comprender, realizar que el único origen de nuestro suministro es Dios, y que el negocio o el empleo, las inversiones o los clientes no representan sino el canal a través de los cuales se está manifestando en ese momento la Providencia que nos viene de Dios. Ahora pues, la práctica de diezmar por motivos espirituales es la prueba concreta de que se ha aceptado esa idea, y la consecuencia inevitable de dicha aceptación es la prosperidad visible. Es fácil ver, pues, la diferencia que existe entre la práctica espiritualmente comprendida y la otra – material e inútil – de apartar la décima parte, a menudo con mala gana, con la experanza de hacer una buena inversión. Como una expresión de que se considera justicia espiritual, el diezmo es un éxito inevitable. Como una inversión egoísta va al fracaso seguro.
La respuesta a la pregunta de cuán a menudo debe ser pagado el diezmo, es también muy sencilla. El momento correcto para pagar el diezmo es al recibir la mesada, o el pago semanal o semi-anual, dependiendo de cómo se recibe la renta. Por lo general es mejor pagar pequeñas sumas que una sola grande, pero no se puede dar una regla general.
“Dad y se os dará”: medida buena, apretada, remecida, desbordante; porque la medida que emplearéis para con los demás, esa misma recíprocamente se empleará para con vosotros. (Lucas 6:38).
Muchos Maestros de la Verdad han atestiguado de los beneficios infalibles del diezmo. Uno de ellos, John Murray, escribió:
“De acuerdo con la Ley Hebraica, el diezmo quiere decir la décima parte, y se refiere a una forma de impuestos por la cual los hebreos tenían que dar, por Ley Levítica el décimo de su producción (de la tierra o de bestias, etc.) para el servicio de Dios. Es notable que mientras este sistema prevaleció la nación hebrea prosperó, colectiva e individualmente, y donde quiera que ha sido aplicada honesta y finalmente jamás ha fallado. Si el granjero se negara a darle a la tierra una cierta cantidad de maíz y papas, de las que ha recibido de esa tierra, no tendríamos cosechas. ¿Por qué, entonces esperamos a recibir la abundancia de parte de Dios, si le damos tan mezquinamente a su santa causa? Aquellos que diezman siempre están seguros de que tienen a Dios por Socio.”
La conexión entre el diezmo y la prosperidad es, después de todo, simplemente una expresión de aquella ley que expresa que aquello que nosotros le hacemos al Universo, el Universo nos hace a nosotros. Lo que damos, generosidad o parsimonia, lo recibiremos de nuevo. Igual atrae igual. Que lo que el hombre siembra, eso recoge, y que ningún hombre escapa a la ley. El levítico dice: “Y todo el diezmo de la tierra, así sea de semilla o del fruto de árboles, pertenecen al Señor. Es Santificado al Señor. (Levítico 27:30).
“Honra al señor con su substancia, y con los primeros frutos de tu abundancia, y tus graneros rebosarán y tus prensas reventarán con vino nuevo”. (Proverbios 3:9, 10).
Después de que Jacob recibió la visión que le dijo que había una escalera mística desde la tierra hasta el cielo (la escalera de la Oración Científica y la actividad justa) decidió de inmediato adoptar la práctica del diezmo realizando que...
“Dios estará conmigo, y me protegerá en mis caminos, me dará el pan y la ropa”.
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