El mejor arreglo es trabajar en el mundo
pero sin perderse en el. Trabajad durante cinco o seis horas y, luego olvidaos
de todo. Dad al menos dos horas a vuestro desarrollo interior; unas pocas horas
a vuestra relación, al amor, a los niños, a los amigos, a la sociedad. Vuestra
profesión solo debería ser una parte de la vida. No debería solaparse en todas
las dimensiones de vuestra vida, como sucede por regla general. Un médico se
convierte en un médico durante casi las veinticuatro horas. Piensa en ello,
habla de ello. Incluso cuando come es un médico. Mientras hace el amor con su
mujer, es médico. Entonces es una locura; es enfermizo. Para evitar esto, la gente
escapa. Entonces se convierte en buscadora las veinticuatro horas del día. Una
vez más, comete el mismo error de ser algo las veinticuatro horas al día. Todo
mi esfuerzo radica en ayudaros a estar en el mundo y, sin embargo, a ser
buscadores. Desde luego es más difícil, porque habrá más desafío y situaciones.
Es más fácil ser un médico o un buscador. Será complicado ser ambas cosas,
porque eso os proporcionará muchas situaciones contradictorias. Pero una
persona crece cuando tiene ante sí situaciones contradictorias. En la
agitación, en ese choque de contradicciones, nace la integridad. Mi sugerencia
es que trabajéis de seis a ocho horas y que las dieciséis horas restantes no
seáis médicos. Emplead dichas horas para otras cosas: para dormir, para la música,
la poesía, la meditación, el servicio, el amor, o para la re-creación. También
eso es necesario. Si una persona se vuelve demasiado sabia y no puede
re-crearse, se torna pesada, sombría, seria. Se pierde la vida.

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