domingo, 31 de enero de 2010

PIDIENDO AYUDA A LOS ANGELES


PIDIENDO AYUDA A LOS ANGELES
del libro LOS ANGELES PUEDEN CAMBIAR TU VIDA de DAVID G. WALKER
Pedís y se os dará, buscad y hallaréis, llamad y se os abrirá,
porque todo el que pide recibe, el que busca haya y al que llama se le abre.
¿Quién de vosotros, cuando su hijo le pide pan, le daría una piedra?

Mateo 7,7-9

Los ángeles pueden cambiar tu vida. Y todo lo que tienes que hacer es pedirles que te ayuden. Tan sólo eso.
Vamos a contemplar alquímicamente esta decisión, analizando sus cuatro condiciones necesarias: querer, poder, saber y atreverse.

Querer
Doy por supuesto que quieres entablar esta comunicación y que deseas realmente pedir ayuda a los planos superiores de la existencia. El querer es el motor de todo, si el motor falla o ni siquiera existe, no habrá posibilidad de llegar a la meta, ni de obtener el mínimo resultado, por mucho que esa meta y esos resultados tan deseados estén esperándonos tras el primer recodo del camino.

Poder
Todos podemos y todos pueden. Ni siquiera el hecho de no creer en la existencia de los ángeles es un impedimento para recurrir a ellos y para beneficiarnos de su ayuda. Es cierto que el poder de la fe es enorme y que “mueve montañas”, pero en este caso su papel – aunque por supuesto ayuda a establecer la comunicación – no es primordial. No estamos tratando aquí de ningún tipo de “autoprogramación”, “autohipnotismo”, ni siquiera “autoayuda”, sino de pedir – y obtener – el auxilio de unos seres tan reales como nosotros, aunque nuestros sentidos no sean capaces de percibirlos.

Saber
En realidad no existe protocolo ni normas establecidas. Cualquier llamada, cualquier intento de dirigirnos a ellos que sea sincero y proceda del corazón, les llegará, será escuchado, y atendido. Sin embargo, para evitar interferencias, es bueno tener presentes las siguientes recomendaciones, que no son más que leyes universales, aplicadas a este caso particular:

1. Evitar las prisas y la precipitación. Aunque me consta que las llamadas urgentes y desesperadas son puntual y atentamente atendidas, el contacto con nuestro ángel de la guarda – o con cualquier otro – se realiza mejor en una atmósfera de calma y tranquilidad, tanto interior como exterior.
2. Tener siempre muy presente el inmenso poder creativo de la palabra. La charla inconsistente y ociosa encierra siempre un peligro, y ese peligro se multiplica por mil cuando los términos que usamos tienen una carga trascendente o divina. La prohibición judía de pronunciar el nombre de Dios no carecía de motivo. Incluso en nuestros días, en los países de habla francesa la expresión “¡Nom de Dieu!”, que a nosotros nos puede parecer de lo más inocente, está considerada como una de las peores blasfemias que puedan pronunciarse. Y precisamente uno de los más frecuentes abusos de la palabra son las blasfemias y maldiciones. Es conveniente evitar la compañía de quienes acostumbran a polucionar el espacio con sus palabras, alejando la energía positiva que normalmente lo habita. Es importante abstenerse del empleo inconsciente de aquellos términos que se refieren a lo más sagrado: Dios, Jesús, la Virgen, y todas las combinaciones de letras que nos conectan de un modo u otro con los planos superiores. El uso de estas palabras siempre causa un efecto y su utilización en momentos de cólera o de rencor es como lanzar una piedra hacia arriba, que muy probablemente, caerá más tarde sobre nuestra propia cabeza. Todo irá mejor si dejamos las palabras importantes para los momentos importantes.
3. Tratar de utilizar siempre en nuestra petición el tiempo presente. En el mundo de los ángeles no hay pasado ni futuro; hace ya mil trescientos años escribía el sabio sufí Nasafi: “Los ángeles están en el mundo invisible, ellos mismos son el mundo invisible. En ese mundo no hay “ayer” ni “mañana”, ni “año pasado”, ni “año presente”, ni “año próximo”. Cien mil años pasados y cien mil años por venir están presentes indiferentemente, ya que el mundo de lo invisible no es el mundo de los contrarios, el antagonismo es producto solamente del mundo visible. El tiempo y la dimensión temporal no existen más que para nosotros, hijos de las esferas y de las estrellas, habitantes del mundo visible. En el mundo invisible, no hay tiempo ni dimensión temporal. Todo lo que existió, existe y va a existir, está siempre presente”.
Por ello debemos esforzarnos en evitar el uso del pasado y del futuro, pues podría ser que de otro modo el ángel al que dirigimos nuestra petición, le fuera más difícil captarla. Recordemos que él sólo conoce el ahora.
4. Es necesario expresarse siempre de una manera positiva. No debemos pedir: “Que no pierda mi puesto de trabajo”, o “que no se muera mi marido”, sino sencilla y llanamente lo que realmente deseamos: mantener nuestro trabajo o que el marido disfrute de salud y el amor reine en nuestro matrimonio. Al utilizar frases negativas, aún sin ser conscientes de ello estamos ya imaginando la pérdida, la derrota, y eso es lo que transmitimos a los planos más sutiles de la realidad y a los seres que allí recogerán nuestras súplicas; en consecuencia, es muy probable que eso sea lo que al final obtengamos.
5. Tratar de considerar el asunto como ya resulto, e incluso incluir en nuestra petición el agradecimiento por haberlo recibido. Es la forma más efectiva de eliminar las dudas, que de otro modo serán también transmitidas, obstaculizando todo el proceso. Se trata de evitar por todos los medios que mientras nos afanamos en componer la petición de la mejor manera, nuestra mente esté en realidad transmitiendo: quiero esto, pero no tengo mucha confianza en que esta petición sirva para algo. ¿A cuál de ambas ideas deberán entonces ellos responder?.
6. Ser muy cuidadosos, pues recibiremos exactamente aquello que estamos pidiendo, con toda una seria de implicaciones – inherentes al hecho o al objeto pedido – que tal vez ahora ni siquiera alcanzamos a imaginar. El símil de la moneda es válido en todas las circunstancias y situaciones de la vida: no es posible quedarse con sólo una cara. El que la quiera, tendrá por fuerza que llevarse ambos lados de la misma.
7. Ser claros y concisos y tratar de evitar las incongruencias. A los ángeles les disgustan las tonterías. No debemos caer en el absurdo de la clásica oración jocosa: “Señor, dame paciencia, ¡pero la quiero ya!”, ni del que pedía que su esposa le fuera fiel, para poder él atender tranquilamente a sus diversas amantes, o del ladrón profesional que oía misa y comulgaba cada día antes de iniciar su jornada “laboral”.
8. Finalmente es importante dar las gracias. Ello cierra y concluye el ciclo. La acción de gracias consolida lo obtenido y nos confiere título de propiedad sobre ello. Omitirla es como dejar abierto un circuito, por el que puede escaparse la energía con efectos indeseados.

Atreverse
El paso más decisivo es atreverse a abordar un tipo de comunicación y de relación totalmente diferente. Decía Anthony de Mello: “¿Qué hace falta para despertar? No es necesario ni esfuerzo, ni juventud, ni mucho discurrir. Sólo se necesita una cosa: la capacidad de pensar algo nuevo, de ver algo nuevo y de descubrir lo desconocido. La capacidad de movernos fuera de los esquemas que tenemos, de saltar sobre ellos y de mirar con ojos nuevos a la realidad”. Así, lo primero es atrevernos a pensar que, pese al hecho de que nuestros sentidos no los capten, existe la posibilidad de que los ángeles sean una realidad y de que una comunicación entre nosotros y ellos sea perfectamente factible. Quienes ya poseen esta creencia, tendrán ahora que liberarse de creer que se trata de algo propio de su religión. No es así. Estamos hablando de una realidad que supera y trasciende a todas las religiones. Por ello es conveniente desprenderse de todo sentimiento de exclusividad religiosa. Debemos ya dejar de sentirnos privilegiados porque profesamos la “verdadera” religión. Todas las religiones son verdaderas para sus seguidores y todas son falsas para los demás. Las diversas religiones no son sino caminos diferentes que van ascendiendo una misma montaña, y que finalmente se encuentran todos en la cima. No son más que las muletas que una humanidad inmadura necesita para aprender a caminar por sí sola, como las dos líneas paralelas de que se sirven los niños cuando aprenden a escribir. Cuando ya sabemos escribir perfectamente, ¿quién sigue utilizando dichas líneas? Toda creencia de que nuestra religión es la verdadera y las demás son falsas, será sólo un obstáculo en el camino de nuestro progreso espiritual – de nuestra salvación -, un obstáculo que antes o después tendremos que eliminar. Quienes no crean que los ángeles existen y que están deseando ayudarnos, deberán adoptar esta posibilidad como una hipótesis de trabajo, y deberán pensar que si la existencia de los ángeles es real, dicha realidad tendrá que ser mucho más fuerte que cualquier bloqueo originado por su incredulidad, y por ello, capaz de vencer fácilmente tal bloqueo y de manifestarse, si no de una manera sensible – dadas las limitaciones de nuestros sentidos -, sí con hechos, que a fin de cuentas es lo que nos interesa. Pese a que la conversación con los ángeles suele darse en la intimidad, uno de los mayores obstáculos a vencer suele ser el miedo al ridículo. El miedo al ridículo no es sino una de las múltiples caras con que se presenta nuestro gran enemigo: la importancia personal. Según el sabio yaqui Don Juan, al creernos importantes nos volvemos pesados y torpes. Para llegar a ser “hijo de la Luz” es indispensable ser ligero y fluido. La importancia personal nos separa de los demás, de nuestros hermanos los hombres, y ahora, nos puede separar también de nuestros hermanos mayores: los ángeles. No dejemos mientras estamos a tiempo, que crezca y se desarrolle esa mala yerba, pues cuanto más fuerte e imponente llegue a hacerse, mayores tendrán que ser nuestros esfuerzos y más dolorosa será la lucha para aniquilarla. Y es lucha tendrá que darse forzosamente antes o después. La importancia personal es como un lastre, que nos mantiene apegados a los niveles más groseros de la existencia, impidiéndonos el vuelo hacia planos más sutiles y exquisitos. Bajo esta luz, la parábola del rico, el camello y el ojo de la aguja adquiere una nueva significación. No se trata ya sólo de riquezas, sino de algo mucho más nuestro y de lo que nos cuesta mucho más trabajo desprendernos. Y por supuesto, no es privilegio de los ricos, sino que todos la solemos acoger con los brazos abiertos. Atrevámonos a iniciar una comunicación con los ángeles y a pedirles su ayuda, pero manteniendo la mente totalmente abierta, sin querer por fuerza encajonarlos en nuestras ideas preconcebidas.

LA INTUICION

Para que nuestra comunicación con el reino angélico sea más fluida y efectiva, debemos conceder a esta facultad el lugar y la importancia que le corresponden. Son muchos todavía los que contraponen razón a intuición, considerando a la primera como el origen de las ciencias y de la verdad absoluta y a la segunda como algo inexistente, inventado por los místicos, magos, y charlatanes, con el fin de justificar sus mentiras en unos casos y de abusar de los demás en otros. El conocimiento racional es objetivo, lento y conceptual. Es universal y se forma mediante juicios y razonamientos. El conocimiento intuitivo es subjetivo, privado, aconceptual e instantáneo. Ambos tipos de conocimiento no son opuestos ni excluyentes, sino que al contrario, se complementan entre sí. Desde el momento en que efectuemos nuestra primera petición o iniciemos el primer contacto consciente con los seres angélicos, nuestra intuición se aguzará, y a través de ella recibiremos respuestas y avisos. Es importante que estemos alerta a fin de no dejar escapar tales comunicados. En el momento de iniciar un proyecto, una relación o un viaje, sentimos algún tipo de desasosiego interno o nos ocurre algún suceso o alguna coincidencia extraña que creamos pueda tener una carga premonitoria negativa, será muy prudente no precipitarnos, analizar bien el asunto que vamos a emprender y si fuera posible, esperar a tener más datos antes de embarcarnos en dicha nueva empresa. A medida que nuestra intuición se vaya afinando y seamos capaces de recibir a través de ella con suficiente claridad los mensajes que desde planos superiores nos son enviados, podremos solicitar expresamente a los ángeles que nos guíen en determinados asuntos, permaneciendo muy atentos a sus indicaciones. Como toda facultad humana, la intuición es susceptible de ser ejercitada y potenciada. Lo más adecuado es estar atentos a ella de una manera tranquila, sin obsesionarnos ni forzar las cosas, sin intentar tampoco ver indicios y presagios donde sólo hay sucesos normales y corrientes.

No hay comentarios:

Publicar un comentario